Las
dos primeras acepciones de la palabra compromiso
son «Obligación contraída» y «Palabra dada». Si examinamos la número uno,
observamos que la RAE no especifica si dicha obligación se contrae porque se
obtiene algo a cambio o de manera desinteresada. Y este matiz es fundamental. ¿Diríamos
que una persona que trabaja en un comedor social está igual de comprometida con
alimentar a los más vulnerables que el voluntario que realiza la misma labor de
manera altruista? Hay una diferencia enorme entre comprometerse para obtener un
beneficio y hacerlo sin esperar nada. Las personas suelen dividirse en estos
dos grupos y los componentes del segundo, los que se comprometen de verdad sin
pedir nada a cambio, se están extinguiendo poco a poco.
Dar la palabra (segunda acepción de la palabra ‘compromiso’) es una metáfora preciosa de lo que hacen estos seres de luz: entregan una parte de sí mismos como garantía de que cumplirán lo que dicen, independientemente de que una recompensa cualquiera les sea otorgada. Pocos son los que, en un alarde de valentía o quizás ingenuidad, se atreven actualmente a blindar su integridad con una promesa que sí cumplirán. La mayoría de los mortales dice que sí, que se compromete, que hará esto o aquello, que irá a tal lugar, pero a última hora no hará nada de lo que su boca o, lo que es más habitual, sus dedos tecleando sobre una pantalla prometieron. Dan su palabra literalmente: la lanzan dándola, de antemano, por perdida. Pero nada se arroja sin que provoque dolor.
Hay personas emprendedoras y creativas que necesitan que el «cuenta conmigo» que los demás les dicen por compromiso sea cierto. ¿Qué significa en este contexto la expresión «por compromiso»? Hacer o decir algo por compromiso suena a que el sujeto no quiere hacer lo que dice. ¿No es esto precisamente lo opuesto a lo que debería ser el compromiso? El que está comprometido con algo no lo hace por compromiso… Quizás el malentendido provenga de las palabras y no de las personas. Echarle la culpa al lenguaje también está muy de moda.
El que vive comprometido y, a pesar de ello, no obtiene los resultados esperados se recrimina constantemente: «¿qué estoy haciendo mal?». Puede que no sepa que quien impide la consecución de sus objetivos es el que está seguro de estar haciéndolo todo bien, a cambio de un beneficio, claro está. Confiar en los demás y esperar algo de ellos son conceptos de épocas pasadas, ahora el ser humano debe realizarse, crecer profesionalmente y perseguir sus sueños. Obtener logros y perseguir objetivos semanales, mensuales o anuales es el mantra que sobrevuela las mentes sedientas de ganancias. Pero ¿qué esperáis ganar, si hasta la vida la perderéis algún día? ¿En qué momento la validez de un sí dependió del beneficio que se obtuviese al pronunciarlo?
No, no estamos aquí para aportar nada, no tenemos ni misión ni oficio ni beneficio. Lo verdaderamente natural al ser humano es asociarse, apoyarse y colaborar, unas veces, para obtener un provecho colectivo, otras, simplemente para vivir con mayor intensidad. ¿Por qué solo actuáis cuando creéis que ganaréis algo, si la propia naturaleza nos ha puesto en la tierra sabiendo que, por nuestra culpa, lo perderá todo?
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