Entre las acepciones que se atribuyen al término ‘reaccionar’ están: «actuar por reacción de la actuación de otro, o por efecto de un estímulo», «recobrar la actividad», «defenderse o rechazar un ataque o agresión» y «oponerse a algo que se cree inadmisible». Estos significados se refieren a hechos activos, es decir, requieren algún tipo de acción por parte del individuo. Y todos sabemos que la acción es lo contrario de la pasividad.
Actualmente, en cambio, el término ‘reacción’ parece haber contraído un nuevo significado. Ahora se les llama ‘reacciones’ a los comentarios que sobre algún tema realizan los usuarios de las redes sociales. Los tweets se usan hoy en día para medir la opinión de la gente. Twitter es una especie de sondeo constante en tiempo real.
A simple vista, estas circunstancias pueden parecer inofensivas e incluso atractivas, ya que la gente tiene la oportunidad de expresarse con total libertad en unas condiciones nunca antes experimentadas en la historia de la humanidad. «¿Qué hay de malo en todo ello?», se preguntará el lector. Existen varios aspectos que debemos analizar antes de darle el beneplácito definitivo a este síndrome de incontinencia verbal que afecta a gran parte de la población.
En primer lugar, como se exponía en la introducción de este artículo, una reacción debería consistir en un hecho activo. Desafortunadamente, estamos viviendo una época convulsa e inestable en la que las injusticias y los abusos se suceden prácticamente a diario, por lo que no es de extrañar que la sociedad se vea en la necesidad de reaccionar contra ellos. ¿Pero en qué consiste su reacción? ¿En escribir un tweet? ¿En iniciar disputas dialécticas en la red que desembocan en faltas de respeto inadmisibles que, finalmente, conducen al bloqueo de los usuarios? ¿En qué contribuyen estas batallas de letras a solucionar o mejorar el problema que las originó?
Por otra parte, las reacciones en redes sociales no hacen sino banalizar los preocupantes problemas que nos amenazan en la actualidad. Se habla un día o dos sobre ellos y a otra cosa. Y lo más inquietante es que se habla con más intensidad de los hechos triviales que de los sucesos que realmente afectan a nuestros derechos y libertades. El día que se redacta este artículo un gran número de usuarios enfervorizados denuncia en Twitter el supuesto tongo producido en el festival de Benidorm, en el que se escogía al representante de España en Eurovisión. Como la candidata ganadora no es la que la comunidad de esta red social quería, se pueden leer decenas de miles de comentarios negativos o incluso ofensivos contra la organización, el jurado, la propia cantante ganadora… La ‘reacción’ en Twitter es brutal, pero durará unas horas y se olvidará. En todo caso, se reactivará cuando se celebre Eurovisión, pero el ascenso y la decadencia de esta controversia será, igualmente, fugaz. Paralelamente, existe un sector de Twitter dedicado a comentar los sucesos que están desarrollándose en Canadá, donde la ciudadanía, liderada por los transportistas, está llevando a cabo serias protestas contra el gobierno por la implantación de la vacuna obligatoria a algunos trabajadores. Este sí es un tema por el que merece la pena reaccionar, pero ‘reaccionar’ de verdad, no solo deslizando el dedo cómodamente sobre la superficie transparente de un smartphone.
¿Es este artículo una crítica contra Twitter? En absoluto, esta red social es una herramienta indispensable para la sociedad actual, la cual necesita, como nunca antes en la historia de la humanidad, verter su opinión indiscriminadamente sobre todo lo que acontece en el mundo. El problema reside en que esta red social es el lugar al que acudimos para simular que nos implicamos en los problemas que trascienden, por mucho, lo que se ve en una pantalla de seis pulgadas. Twitter es un vertedero de opiniones que no interesan a casi nadie, donde se popularizan mensajes manidos y mal redactados, donde la ignorancia y el atrevimientos son ensalzados por un tumulto de insatisfechos encolerizados que no son capaces de soltar el teléfono y salir a arreglar el mundo, pero de verdad.
«Menos mal que no era una crítica a Twitter», piensa ahora el lector. Y quien escribe defiende, de nuevo, que no lo es. Porque la existencia de vertederos ha sido siempre necesaria. En algún lugar debe almacenar el hombre su basura. El problema del ser humano actual es que se reboza en ella cual gorrino en lugar de dedicarse a barrer los excrementos de su propia casa.
Comentarios
Publicar un comentario