A
la redacción de Partículos ha llegado la siguiente carta. Con ella hemos
querido cerrar el ciclo «Esclavos del primer mundo».
Queridos todos:
Hace dos semanas decidí que debía cambiar drásticamente mi manera de vivir. Me había dado cuenta anteriormente de que, a pesar de tenerlo todo, no lograba estar en paz. No me refiero a la felicidad, esta es efímera y se reduce a unos pocos instantes. Lo que había notado no era amargura o hastío, sino tensión, nervios, saturación… como si viviese en un estado de alerta permanente. A veces llegaba a ser consciente de la contracción de mis músculos, del agarrotamiento de mis miembros, de que mi mente estaba muy lejos de donde se encontraba físicamente mi cuerpo.
Lo que he cambiado no ha sido mi trabajo, mi vivienda o mi familia. En realidad todos ellos son la base de la poca estabilidad que siento. Con lo que estoy intentando acabar es con algo realmente banal, pero de lo que es casi imposible librarse en nuestro mundo: con las horas.
La vida cíclica es algo que me resulta del todo insoportable. Es cierto que necesito puntos de referencia, como todos, pero no temporales, en todo caso físicos (mi pueblo natal, la casa de mis padres) o personales (mis amigos, mi familia). Tengo la curiosa habilidad de recordar lo que sucedió hace una semana, hace un mes o hace un año, siempre he podido decir: «tal día como hoy ocurrió tal cosa». Esto me ha permitido ser consciente de lo rápido que pasa el tiempo. Pero hace dos semanas me pregunté: «¿y qué es el tiempo?». Tras esta cuestión, vinieron muchas otras: «¿tiene sentido la manera en la que medimos el tiempo?», «¿es natural?, es decir, ¿se ajusta realmente a lo que sucede en la naturaleza». Traté de entender este concepto tan complejo acudiendo a las explicaciones científicas, pero entonces me topé con que ni siquiera los expertos eran capaces de definir con precisión el tiempo… Qué curioso, se supone que nuestro sistema de medida del tiempo es uno de los inventos más precisos del hombre y resulta que en realidad no sabemos qué estamos midiendo… Lo único en lo que los científicos parecen estar de acuerdo es en aceptar la teoría de la relatividad de Einstein, pero mis burdos conocimientos sobre física o matemáticas solo me han permitido entender más o menos que se refiere a que espacio y tiempo son inseparables, es decir, que el tiempo depende del observador, de si este se mueve o no y cómo lo hace. Luego me topé con este párrafo en la web de la BBC y tuve que parar de leer para que la cabeza no acabara por explotarme:
Para que lo entiendas, lector, piensa por ejemplo en lo que estás haciendo ahora mismo: leyendo este artículo frente a la pantalla. Pero tu "yo" actual ya no ocupa el mismo espacio-tiempo que el de hace un segundo. El que dejaste atrás sigue existiendo en otro plano aunque no lo puedas ver. Y así cada segundo que pasa.
No he llegado a comprender qué es el tiempo ni cómo nuestro cerebro lo percibe, pero he podido entender que los relojes son grilletes que todos llevamos desde que nacemos. Ahora dudo de la existencia de los segundos, de los minutos, de las horas, hasta de los días, los meses y los años. Es verdad que existen ciertos ciclos en la naturaleza, pero probablemente ni siquiera hemos empezado a descifrarlos.
Todas estas reflexiones son muy enriquecedoras, pero no sirven para nada si no se materializan en un cambio de comportamiento en la vida real. Es prácticamente imposible llevar a la práctica las ideas que han nacido en mí, pero siempre hay algo que se puede cambiar, por ínfimo que sea. Antes creía que comer y cenar a la misma hora me hacía sentir en calma, que programar mis tareas me capacitaba para hacerlas mejor, que mi momento de relajación comenzaba forzosamente a partir de las 22 h… Creía tener cada cosa bien controlada, como si mis días fuesen cajones llenos de horas perfectamente ordenadas. Pero llegué a entender que ese tic tac que oía dentro de mí me estaba envenenando lentamente.
Ahora sueño con un mundo en el que no existan los minutos. Quizás penséis que estallaría la anarquía, que nadie acudiría a trabajar ni a la escuela, que sería un absoluto caos… Yo, en cambio, me he convencido de que la sociedad seguiría avanzando, a otro ritmo, esta vez irregular, en compases de amalgama, pero siempre hacia adelante. Al fin y al cabo:
Otro de los principios aceptados por los físicos es que el tiempo va para adelante y nunca para atrás.
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